Mis murales nacen del diálogo con el espacio. Cada muro guarda memoria y vibración, y al intervenirlo no busco cubrirlo, sino escucharlo. Pinto para abrir ventanas, para que la naturaleza entre y se quede, para que quien habita el lugar sienta que el paisaje respira adentro.

Más que decorar, mi intención es transformar la atmósfera: que el color y el trazo inviten a detenerse, a habitar el espacio de otra manera. Cada mural es un puente entre lo vivido afuera y lo que acontece dentro.